En mi consulta y en mi vida me he encontrado con mucha gente que me ha dicho tener miedo de muchas cosas. Cosas que curiosamente no habían llegado a pasar nunca y que les paralizaban para ir a buscar aquello que les hacía feliz.

A diario hablo con gente que olvidaron sus sueños porque un día decidieron no seguirlos. Son gente que se perdieron en el camino de la vida, siguiendo los pasos que otros les dijeron. Fueron madres, padres, trabajadores, pagaron sus facturas y firmaron una hipoteca. Y un día, empezaron a dejar de encontrarle sentido a su vida. Y se acordaron de aquello que no hicieron.

Esto pasa porque a veces nos quedamos como estamos por conformismo o por cobardía. No iniciamos esos estudios que siempre quisimos hacer por miedo a no poder, no cambiamos de trabajo porque el traslado de ciudad suponía un riesgo importante, no dijimos ese “te quiero” a alguien que podía poner nuestro mundo al revés, o ese “ya no te quiero” a quien no queríamos hacer daño. Disfrazamos esa inmovilidad de excusas como “estoy bien como estoy” “no voy a encontrar a alguien que me quiera igual” o “más vale lo malo conocido…”. Pero en realidad no lo hacemos porque toda decisión implica renunciar a algo. Y eso duele.

El miedo nos habla al oído ofreciéndonos excusas para no dejarnos avanzar. La cuestión no es no escucharle y lanzarse a la piscina sin mirar, porque “mira, sólo se vive una vez”. Lo más inteligente en estos casos es clarificar nuestros valores, escuchar al miedo, escuchar nuestro instinto, y valorar la decisión. Una vez evaluadas las opciones, empezar a dar pasos que nos lleven hacia nuestros valores. Seguiremos oyendo la voz del miedo, pero simplemente es eso, una voz. Los pies los llevamos nosotros.

Realmente, he tenido la suerte de conocer a dos tipos de personas en cuanto a la forma de encarar el miedo:

  • Hay un tipo de gente que se arriesga por aquello en lo que cree, y en ellos percibo el miedo de echar la mirada atrás un buen día, y ver que no lucharon por aquello en lo que creían. Esas personas sienten el temor, lo escuchan, pero siguen avanzando hacia sus valores. El miedo a perderse la experiencia es mayor que el miedo al riesgo.
  • Hay otro tipo de gente a los que les da miedo dar un paso incierto porque no quieren sufrir.

Las primeras personas son las más felices que me he encontrado en mi vida, y no porque tuvieran la vida más fácil, sino porque tuvieron la valentía de seguir su instinto. Se equivocaron muchas veces, y crecieron en cada error.

Las segundas personas me suelen contar que sienten haber perdido el tiempo viviendo la vida que otros le marcaron, dejando de lado sus sueños y sus proyectos, porque un día dejaron vencer a la voz interna de la inseguridad y el miedo a equivocarse les paralizó.

A largo plazo, estas decisiones causan insatisfacción personal, lo que suele dar problemas de ansiedad, depresión, conductas adictivas y frustración general.

¿Por dónde empezar?

En la consulta psicológica se trabaja clarificando los valores personales, que son los que verdaderamente guían nuestro camino. No son objetivos medibles, ni una meta en concreto.

Son aquello que nos da fuerza para seguir adelante en nuestro trayecto a pesar de la vocecilla de las inseguridades.

Por otro lado, se trabaja con las emociones personales, conectando con ellas. Esto nos dará serenidad para afrontarlas sin luchar contra ellas.

Como dato curioso, comentar que una persona importante en mi vida me dijo una vez que no tuviera miedo a equivocarme, ya que él intentaba hacerlo una vez al día para que no se le olvidara. Siempre recuerdo esa frase cuando voy a dar un paso incierto hacia adelante. Nada me asegura que no será un paso en falso, pero lo daré yo, y es lo que importa.

Toda decisión implica renunciar a algo, pero no decidir y quedarse paralizado, también es una decisión.

¿Qué harías tú si te atrevieras a hacerlo?