No sé a vosotros, pero a mí la muerte de Pablo Ráez me ha dejado tocada.
En primer lugar, porque me da mucha pena que alguien tan joven y con tanta vida, pueda irse sin que se pueda hacer nada. En segundo lugar, porque da miedo. Si a él le pasa, ¿quién está libre?
Ser psicóloga es un privilegio. Diariamente, distintas personas me dan la oportunidad de meterme en su cabeza y en su corazón. Pero esto conlleva una gran responsabilidad, y a veces, una fuerte carga emocional. En muchas ocasiones he querido llorar con casos de pacientes, y a veces lo he hecho. Otras tantas, me siento feliz, muy feliz, de verlos sacarse capas de encima que les estaban estorbando, e impidiendo evolucionar.
Tengo el trabajo más bonito del mundo, no tengo duda. Pero este trabajo necesita un autocuidado muy especial. Tenemos que hacer nuestra propia terapia, marcar las distancias con los casos de nuestros pacientes y desconectar.
Muchos de ellos me preguntan que cómo puedo desconectar cuando ellos se van, y yo me quedo con tantas historias diarias. Y entonces, les cuento mi secreto: Bailo. Después de mi jornada en la consulta, siempre me voy a clase de baile. Esta es mi gran herramienta.
Pero a veces esto no es suficiente…
Hace unos días, me hice un propósito personal. Seguir al pie de la letra lo que yo enseño en terapia. A veces cuesta aplicarse uno mismo lo que ya sabe. Y es que cuando más feliz he sido, ha sido cuando más centrada he estado en mí y en mis cosas. Esto me ha llevado a tomar la primera de todas mis decisiones:
- Total disminución del uso del móvil. Fuera notificaciones de correos, y una melodía distinta para la gente verdaderamente importante.
- Besar a mi pareja apasionadamente al menos una vez en el día. Como cuando nos conocimos, y no existía nada más que él y yo.
- Estar presente física y mentalmente en cada momento. Desperezarme cada mañana disfrutando de mis sábanas de franela, observar las vistas cuando disfruto de un vino, en una terraza, con la compañía de mi gente. Dejarme llevar por la música cuando bailo, fluir con cada plan de última hora.
- Tener cinco prioridades al día: yo, familia, pareja, trabajo y amigos. (Se quedan fuera, Facebook, Twitter y similares).
- Dejar de liarse con la paja. ¿No recordáis cuando erais pequeños y sólo veíais las cosas prioritarias? Esto nos ahorraba angustia, la cual no conocíamos. Pues eso, conectar con lo que es importante. Creo que eso es lo que hizo Pablo Ráez en los últimos meses de su vida. Y fue más consciente, más libre.
- Meditación, meditación y meditación. Porque me ayuda a ser más consciente del punto anterior.
No quiero pasar por la vida con el piloto automático. Quiero ser libre y disfrutar de mi existencia física. Que cuando nos vayamos, hayamos estado presentes en cada momento de nuestro camino. Sin paja. Sin personajes secundarios. Porque cuando hagamos recuento, nos quedaremos con muy pocas cosas, con pocas personas. Que no nos pille perdiendo el tiempo.
Buen camino, Pablo. Donde estés.