Cuando me preguntan cómo es mi trabajo como psicóloga, me gusta decir que simplemente veo gente normal, con problemas normales. Y es que en la vida cotidiana nos vemos expuestos a situaciones como la pérdida del trabajo, movilidad geográfica, problemas en nuestra relación de pareja, desánimo, estrés, falta de motivación, enfermedades, lesiones, y mil situaciones más que captan nuestra atención más de lo deseable. Estas situaciones nos alejan de las cosas que nos hacen feliz, sintiéndonos ausentes, desanimados y sin ganas de participar de la vida tanto como podíamos hacerlo antes.

Y sin darnos cuenta, nos vamos alejando de las actividades placenteras y de nuestro camino vital. ¿Qué hacer llegados a este punto?

Ir al psicólogo es bueno por muchas razones, pero seamos sinceros, todavía existe un cierto miedo a acudir a “contarle tu vida a un desconocido”. Pues bien, hoy quiero darte unas cuantas razones de por qué es buena idea ir a un psicólogo.

  • Hablar es terapéutico. Así, sin más. Cuando ponemos palabras a lo que hay en nuestra cabeza, las cosas se van ordenando y poniéndose en su lugar. Y un psicólogo, te guía en ese proceso de pintar tu realidad con palabras.
  • El psicólogo deja de ser un desconocido al rato, y cada vez te vas a sentir más a gusto y en confianza.
  • No te va a juzgar. Nunca. Nada de lo que le cuentes sobre tus sentimientos va a ser tan horrible como para que te ponga mala cara o piense mal de ti. Los psicólogos entendemos que somos el resultado de nuestras circunstancias.
  • Te va a entender o va a intentarlo por todos los medios.
  • NUNCA va a compartir tus confidencias. La confianza y el secreto profesional es un pilar básico en la relación terapéutica.
  • No se limita a escucharte. Te va guiando hacia tu interior para que tú te vayas encontrando.
  • Cuando la sesión acaba, él sigue trabajando sobre tu caso. Le importas y quiere ayudarte.
  • Los/as psicólogos/as son personas como tú. No lo saben todo, por eso mismo aceptan la incertidumbre. Han pasado y pasan por momentos malos como el tuyo, y cada día aprenden sobre su propia experiencia.
  • Te ayudarán en la medida de lo posible dentro de la relación terapéutica.
  • Cuando la terapia acaba, seguramente seas una versión renovada de ti mismo, consciente de tus fortalezas y peculiaridades. Te conocerás más.

Todo lo nuevo asusta. Por eso, acudir a un psicólogo por primera vez puede resultar intimidante. Pero cuando cruzas esa puerta, empiezas a soltar ese lastre que estás arrastrando. Y cuando sales, la mayoría de las veces, lo haces más ligero.